La noche tenía frío
y se fue al Sol con la queja.
El Sol, que es buena persona,
le dijo: "Pues ten paciencia,
y te haré o una toquilla
toda de linda calceta.
Las agujas, las del tiempo;
los dedos, mis rayos sean;
la lana, un hilo de luz;
y la Luna, la madeja.
Allí donde caiga
un nudo
he de poner una
estrella".
El Sol
cumplió su palabra.
Cuando terminó de hacerla,
la
noche quedó asombrada
de toquilla tan
espléndida.
Al echársela a los hombros,
la noche, que es friolera,
seguía teniendo frío,
pero al mirarse,
por verla,
en el espejo del mar,
se quedó tan satisfecha
luciendo sobre la
espalda
una toquilla de estrellas,
que se
aguantó todo el frío
con
tal de ir tan peripuesta;
y, como es agradecida,
se fue a ver al Sol, dispuesta
a dar las
gracias, muy fina,
por aquella gentileza.
Pero nunca
se encontraban
sobre la celeste cresta,
porque cuando el Sol subía,
ella bajaba la cuesta.
Hasta que gritando
fuerte,
a través de toda la
esfera,
ella dijo:
"¡Gracias rubio!"
Y él dijo: "¡A tus pies, morena!"
Salvador de Madariaga
Salvador de Madariaga
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